NI UN TÍTERE CON CABEZA.

(Una mirada escéptica de un publicitario a todo lo que intentan vendernos).

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Cómo el lenguaje construye una realidad. (Incluye útil Diccionario PP-Realidad, Realidad-PP).

Empecemos con dos preguntas opuestas. ¿La realidad construye el lenguaje? ¿O es el lenguaje el que construye la realidad? Dicho de otro modo, ¿el lenguaje refleja lo que existe? ¿O el lenguaje crea una determinada manera de ver lo que existe? Tras estos interrogantes que seguramente habrán ahuyentado a muchos lectores que habrán dejado inmediatamente el post y ya no llegarán a leer esta parte, late una cuestión recurrente de todos los gobiernos y que en estos últimos meses se está desarrollando en todo su esplendor. El uso del lenguaje y la terminología para construir una determinada visión de lo que está ocurriendo.

El tema no es nuevo. Ya en 1948 George Orwell, impresionado por el estalinismo, lo reflejó en su novela 1984 (el título es la inversión de las dos últimas cifras del año en que la escribió). En esa novela, el uso por parte del poder del léxico con fines distorsionadores es manifiesto.

Por ejemplo, en la denominación de los ministerios.

Al responsable de administrar los castigos y la tortura se le llama Ministerio del Amor. Al que se ocupa de gestionar y de mantener la guerra para evitar disturbios sociales en el interior del país se le llama Ministerio de la Paz. Al que se preocupa de que la gente viva al borde de la subsistencia mediante el racionamiento se le llama Ministerio de la Abundancia. Y al que manipula o destruye documentos históricos para que coincidan con la versión oficial se le llama Ministerio de la Verdad.

¿Exagerado? Como todas las ficciones distópicas (es decir, las que reflejan lo contrario de los mundos ideales de las utopías), sí.

Exagerado, pero anclado en un punto de verdad. Porque tradicionalmente el poder (todos los poderes) tienden a crear un uso del lenguaje que favorezca la construcción de la realidad que coincida con sus intereses.

Tradicionalmente lo han hecho las dictaduras (y ahí es muy evidente que lo hacen porque las dictaduras acostumbran a ser muchas cosas, pero la sutileza no suele encontrarse entre ellas). Sin embargo, también ocurre en las democracias (donde el uso es mucho más sutil y suele pasar más desapercibido).

El ejemplo más reciente (de ahora mismo) y más cercano (de nuestro país) es el uso del lenguaje por parte del PP. Básicamente, para vender una versión más amable para sus intereses de lo que están haciendo.

¿Y qué están haciendo? Pues ésa es la cuestión, porque según ellos es una cosa y según el común de los mortales es otra. Aclarémoslo con este breve Diccionario Realidad-PP.

Recortes. ¿Recortes? ¿Qué recortes? Según todos los ministros y el propio Rajoy, lo que se están haciendo son Reformas. Ésa es la palabra correcta, que tiene una connotación positiva, lejos de la negatividad de recortar.

Copago. Ésa palabra no se corresponde con la realidad. Lo que está planteando el PP es un imprescindible Ticket Moderador. Porque dicen que hay algunos que abusan y a eso se ha de poner coto haciendo que todo el mundo pague.

Facilitar el despido. Eso son infundios. Lo que en realidad ha creado el PP es una Flexibilización del Mercado Laboral. Suena mucho mejor, aunque estás despedido igual.

Congelar el salario mínimo/Contratos con menor salario. Eso no es así. La realidad que sale de la boca de ministros y dirigentes del PP es que lo que han hecho es Mejorar la Competitividad. Curiosamente, es lo mismo que dicen los empresarios, fíjate tú qué casualidad.

Subida de impuestos. Incorrecto. Eso no es lo que ha ocurrido. Lo que ha pasado (Rajoy, Montoro y Soraya así lo han repetido ante cualquier micrófono que veían delante) es un Recargo Temporal de Solidaridad. Qué equivocados están los que al ver su nómina se han creído que les han subido los impuestos.

Recesión. Eso es impensable. Bajo un gobierno del PP la recesión no existe. Lo que existe, ahí están todos los portavoces económicos populares para repetir el mantra, es una Tasa Negativa de Crecimiento Económico.

Amnistía fiscal. Huy, qué poco se enteran los que dicen eso. Lo que el PP ha hecho, como tanto ha repetido Montoro, es una Recuperación de Activos Ocultos.

Podríamos seguir, pero por hoy ya es suficiente clase de léxico correcto. (Por cierto, el PP está consiguiendo que este fenómeno se extienda. El Consejo Superior de Deportes, tal vez influido por la neolengua del PP, ha decidido que la Agencia Española Antidopaje va a cambiar de nombre. Y va a llamarse Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte).

Y esta lección magistral de léxico nos lleva a la hipótesis de Sapir-Whorf, denominada así por los apellidos de los dos antropólogos y lingüistas que la formularon e investigaron, y a un curioso experimento.

Explicada de manera muy sencilla, esa hipótesis podría resumirse así: “La manera en que los individuos denominan o describen situaciones influye en la manera en que se comportan ante esas situaciones”. O dicho de otro modo, que la lengua que usa un hablante influye en la forma en que éste conceptualiza la realidad.

Un curiosísimo ejemplo que respalda esta hipótesis, porque es realmente muy curioso, es el que ocurre con los indios piraha de Brasil.

En su lenguaje, los piraha tienen solo tres palabras para contar. Son Hói (uno), Hoí (dos) y Albai (muchos). En un experimento publicado en 2004 en la revista Science, un psicolingüista se sentaba frente a un piraha y ponía un bastón entre los dos. A continuación ponía en su lado del bastón cinco frutas y le pedía al piraha que pusiera en el otro lado tantas nueces como frutas.

Y siempre pasaba igual. Los piraha resolvían bien el problema cuando solo había uno, dos o tres objetos. El psicolingüista colocaba cualquiera de esas cifras de frutas y el piraha colocaba en su lado del bastón exactamente el mismo número de nueces.

Pero a partir de cuatro frutas, los piraha fallaban estrepitosamente. Vamos, que no daban ni una.

Su lenguaje carece de palabras que signifiquen números más allá del dos. Y eso les impide contar incluso colecciones de cuatro o cinco objetos, por no hablar ya de cifras mayores como 20 ó 25.

El uso del lenguaje por parte del PP busca algo similar. Hacer desaparecer del idioma oficial las palabras que no reflejan la realidad que les gusta y construir unos nuevos términos que creen una nueva organización mental de la realidad. Del mismo modo que a los piraha tener menos palabras para contar les hace no saber contar a partir de cierto punto y eso construye una realidad diferente.

Lo cual me recuerda una frase de Ludwig Wittgenstein, aquel austriaco filósofo del lenguaje que era hijo de uno de los hombres más ricos del mundo, en cuya casa tocaba Mahler y por la cual solían pasarse Brahms, Freud, Richard Strauss o Klimt (quien hizo un retrato a uno de sus hermanos que acabó en el desván) y que además coincidió de niño en la escuela con Adolf Hitler (por citar solo algunas cosas de su fascinante vida).

Wittgenstein, estando en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, escribió el único libro que publicó en vida, el Tractatus logico-philosophicus. Y en él se encuentra una frase esclarecedora: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

Es decir, que nuestro lenguaje limita nuestro mundo. Y que no es el mismo mundo el de quien tiene 10.000 palabras en su cabeza para entenderlo y describirlo que el mundo del que tiene solo 800. Y que no se entienden igual las cantidades cuando solo tienes 3 palabras para contar, como los piraha, que cuando tienes innumerables para hacerlo. Y que no se entiende igual la realidad cuando las palabras, como suele hacer el poder, intentan vendernos una visión de lo que está pasando.

Habrá que estar atentos a las nuevas entradas que se vayan produciendo en el Diccionario PP-Realidad (parece que no han aprendido que el uso torticero del lenguaje para crear una realidad fue lo que tras los atentados del 11-M les costó perder unas elecciones que ya tenían ganadas). Porque seguro que habrá más entradas.

Habrá que estar atentos para seguir vislumbrando cuál es la realidad, más allá de lo que con su lenguaje quieran vendernos.

Porque como dijo hace 2.500 años Confucio, “Yo no puedo evitar que me mientas. Lo que sí puedo evitar es que me confundas”.

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